
Tereré. Foto de Reny Vega compartida en la página Paraguay en Fotografías del FB
El último sábado de febrero en Paraguay es el Día del Tereré, según se dispuesto en la Ley N° 4261 de 2011. En este material te presentamos materiales referidos a la historia de esta bebida tradicional paraguaya, su significado, su dimensión socio-cultural.
20Medios reúne en este apartado dos estudios referidos al tereré, para comprender el alcance que tiene esta bebida en la cultura paraguaya. Está dividido en dos partes, producto de un estudio sobre el tema y un libro bastante descriptivo escrito en 1998.
Se debe señalar antes que la palabra «tereré» es reconocida por la Real Academia Española, en cuyo diccionario se la define así: 1. m. Á. guar. y Ur. Infusión de yerba mate que comúnmente se sirve fría.
LOS MATERIALES. En la primera parte se expone un resumen del estudio «La ceremonia del tereré como rasgo de la identidad cultural paraguaya», realizado por José Manuel Rodríguez Pardo y José Manuel Silvero Arévalos. Los autores señalan que el trabajo «es un estudio introductorio a una tradición indígena de antigüedad inmemorial, y que ha pervivido hasta el punto de ser una característica definitoria de la República del Paraguay» (Fuente: La ceremonia del tereré)
En la segunda, encontrará extractos del libro «El tereré, más que una bebida del Paraguay», de Derlis Benítez Alvarenga (1998. Editorial El Lector). En ese apartado encontrará reflexiones sobre el tema.
Prepárese un rico tereré y refrésquese leyendo el artículo.
PRIMERA PARTE.

El tereré. Foto compartida por el Banco Mundial en su página de FB.
«La ceremonia del tereré como rasgo de la identidad cultural paraguaya»
Como ocurre en todas las culturas existentes o ya fenecidas, en las identidades culturales características de las repúblicas iberoamericanas, se pueden localizar una serie de rasgos que perviven con el paso de los siglos; más específicamente, entre las originarias tribus guaranís, nos encontramos ante una práctica que asume dos funciones sociales bien establecidas: una función social unificadora y una ceremonia de carácter jerárquico. En concreto, nos referimos a la ceremonia del tereré, un hábito muy común en toda la nación paraguaya, del cual haremos un breve estudio tratando de explicar su origen indígena, así como su posterior extensión a todo el territorio paraguayo. Este breve e introductorio análisis de la ceremonia del tereré es producto de uno de los cursos de doctorado impartidos en el período 2000-2001, en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo; en concreto, el titulado Capítulos de historia de la Antropología e identidad cultural, impartido por los doctores Alberto Hidalgo y Elena Ronzón. Pasamos a continuación a exponer nuestro trabajo.
1. El tereré como función social unificadora
En el territorio que abarca actualmente la república del Paraguay, así como otros territorios limítrofes expoliados por Uruguay, Brasil y Argentina durante la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) se dio desde tiempo inmemorial el hecho social de la toma del tereré. Decimos esto porque actualmente, la gran mayoría de la población paraguaya, distribuida en sus distintos departamentos, algunos muy distantes unos de otros, tanto en lo geográfico como en los niveles de vida, se da una práctica común: tomar tereré sin importar dicha diferencia. Podría decirse que la yerba mate y la guampa son una parte constitutiva y característica del Paraguay.
Buscando las posibles causas de esta práctica, podríamos enumerar varias, pero la más lógica e inmediata es la necesidad de aplacar el intenso calor reinante en el Paraguay. Es así, que las horas en que se consume el tereré van desde el mediodía a la media tarde. Ahora bien, analizando el tereré como una función social unificadora, podríamos decir cuanto sigue: el hecho de reunirse a tomar tereré significa algo más que un simple encuentro de ocio. Tomar esta bebida, para los paraguayos, es reencontrarse con sus raíces primitivas, utilizar ese tiempo para expresar ideas, compartir pareceres, y sobre todo sentirse parte del todo social.
A la hora de analizar la función social del tereré, es conveniente realizar una diferenciación entre tomar tereré con la familia y el tomarlo junto con los amigos, y entre tomarlo en la soledad o entre gente extraña. Es decir, básicamente pierde el sentido de práctica social cuando lo tomamos en soledad o entre grupos de extraños (un ejemplo de ello sería tomar tereré en el extranjero). Sin embargo, el hecho de compartir con amigos y familiares es el escenario propicio para que dicha práctica llegue a ser plena. También es importante destacar que, tanto en la región oriental y occidental del Paraguay, la práctica tiene los mismos componentes, es exactamente igual. Podríamos decir que tomar tereré es como una necesidad de todo el país, sin importar las diferencias climáticas, sociales, religiosas, &c.
Debemos destacar además que tomar tereré no requiere un preparativo aparatoso. Basta con tener los utensilios necesarios, (es decir, la guampa o recipiente, junto a la bombilla o caña y la yerba mate mezclada con agua helada) y que se reúnan dos o más personas, que por cierto, deben de responder a una línea común que los identifique: han de ser amigos, conocidos, hermanos, vecinos o correligionarios. De lo contrario, la ronda propia de la bebida no se daría. Cada uno buscaría una compañía afín a su expectativa.
2. El tereré como ceremonia
Entre los guaranís, el respeto y la admiración, ya sea para con las personas adultas, o en todo caso mayores, era y sigue siendo sinónimo de sabiduría y experiencia, tal es así que a la hora de tomar tereré el padre de familia casi nunca lo prepara. Basta que éste ordene al hijo menor o a la esposa, y en unos minutos estará lista dicha bebida. Pero la ronda casi siempre estará a cargo del menor del grupo, que se encargará de servir a cada uno de los participantes hasta que todos digan basta. Dicha ceremonia consiste en ir rellenando con agua la guampa con yerba mate (y con algún otro aditamento, como puede ser la menta o el hinojo) cada vez que uno de los presentes bebe. Normalmente es el más joven el que realiza la tarea de rellenar la guampa para los demás, y siempre es el último en beber en cada ronda.
Es evidente la jerarquía que podemos notar entre los participantes de la ronda, que no solamente se limita a servir y ser servido, sino también en cuanto a que la persona mayor tiene siempre la última palabra en las discusiones o altercados. Desde luego que la hora de tomar tereré es la más propicia para limar asperezas y solucionar entre amigos y familiares los problemas. Por supuesto que el hecho de estar reunidos en torno al tereré de por sí ya reviste un tono conciliatorio. Es decir, si las partes están en crisis profunda no estarían juntas en torno a la mesa.
3. Análisis de la ceremonia del tereré y su función social
3.1. Variables y dominios: sincronía/diacronía de la ceremonia
La primera característica de la ceremonia del tereré, por ser la más genérica, es la cuestión climática. Es sabido que los recién llegados a Paraguay, como forma de adaptarse al peculiar ambiente del país, toman el tereré usándolo como refresco. Sin embargo, esto no explicaría por qué tanto en el Chaco (donde la temperatura alcanza cotas de hasta 50º C) como en la zona oriental, la ceremonia del tereré se realiza a las mimas horas y de la misma manera. Por lo tanto, hace falta profundizar más en los motivos y formas de realizar la ceremonia.
A primera vista, la ceremonia del tereré podría ser un rasgo de la identidad cultural guaraní. Pero, como ya sabemos por el análisis de El mito de la cultura, un solo rasgo no puede determinar una cultura. De hecho, también hay una ceremonia del tereré en países limítrofes como Argentina o Brasil, pero dicha celebración no reviste el significado que tiene en Paraguay. Es decir, esta ceremonia, en cuanto tal, no podemos verla simplemente como una categoria cultural analizable al modo de un rasgo propio de toda cultura (del mismo modo que todo pueblo tiene sus propios ritos, ceremonias, etc.). Incluso, a pesar de que el cultivo intensivo de la yerba mate, y por lo tanto su extensión a parte de la entonces provincia española del Río de la Plata, como veremos más adelante, no pretendemos decir con ello que tal ceremonia logre su significación actual a partir de su «hispanización». De hecho, cabría defender que la actual ceremonia del terere, en tanto que rasgo cultural indígena, es una muestra de la independencia cultural lograda por las repúblicas iberoamericanas, sin perjuicio de los rasgos hispánicos persistentes en las mismas.
El problema fundamental para nuestro estudio consiste en determinar los parámetros en los que se mueve la ceremonia del tereré. En nuestro caso, habrá que analizar tanto su dimensión normativa como su dimensión histórica. En tanto que este rito tiene una dimensión normativa, habría que determinar su pertenencia bien a parte de la cultura intrasomática, bien a la intersomática o a la extrasomática. Sin embargo, no resulta muy difícil encontrar el lugar del tereré, en tanto que ceremonia y elemento homogeneizador, en el ámbito de la cultura intersomática o intersubjetiva. Su lugar, hablando más concretamente, estaría en la doble dialéctica existente, por un lado, entre relaciones de parentesco y relaciones de amistad, y por otro, entre las relaciones de igualdad y las relaciones de jerarquía.
Además, como ya hemos dicho anteriormente, el tereré no es un rasgo de la identidad guaraní, ya que ha sido extendido al conjunto de la población de la república. Entonces, debemos tener en cuenta también la dimensión histórica de la ceremonia del tereré, el proceso por el cual ha pasado de ser un rasgo indígena a convertirse en un elemento de identificación nacional. Por lo tanto, tendremos que hacer una breve reseña histórica para entender su arraigo en el Paraguay.
3.2. Origen, desarrollo y función actual de la ceremonia
En primer lugar, partimos del origen indígena de la ceremonia del tereré y su significado originario. El hecho de que el patriarca (o jefe de la tribu) casi nunca sirviera el tereré, convertía esta práctica en una manera de fortalecer los lazos y jerarquías de la tribu. Hay que tener en cuenta que en esta época (etapa precolombina) la yerba mate no está domesticada, encontrándose por lo tanto en estado salvaje y usada ocasionalmente por las tribus de guaranís. No es hasta la llegada de Hernando Arias de Saavedra, el primer gobernante del territorio del Paraguay, cuando los conquistadores españoles observan esta práctica de los indígenas. Los jesuitas serán los primeros en organizar las plantaciones de yerba mate a gran escala, que serán cultivadas por los propios indígenas. Asimismo, son los propios miembros de la Compañía de Jesús los que comercializarán y exportarán el producto, el cual estudiaron y controlaron desde 1610 hasta 1768, época de su expulsión del Paraguay{4}.
Es a partir de este hecho descrito cuando la ceremonia del tereré se extiende a lo que a partir de 1811 será la República del Paraguay. Es decir, que la ceremonia, de ser un elemento que marca las jerarquías en las tribus guaranís, pasa a ser una ceremonia que caracteriza al conjunto de ciudadanos paraguayos. Hoy día, las relaciones de parentesco siguen influyendo a la hora de tomar el tereré. Así por ejemplo, el padre casi nunca lo sirve. Pero, con el auge y consolidación de los estados modernos, incluida la república paraguaya, han ido surgiendo nuevas formas de identificación y homogeneización social. Dichas formas han influido sobremanera en la ceremonia, creando algunos modos nuevos de tomar la bebida.
Podemos explicar esta nueva situación por medio de dos ejemplos, uno «antiguo» y otro moderno. El primer caso sería realizar la ceremonia entre los miembros de la familia, en la que se mantendrían los lazos ya descritos. Sin embargo, aunque lo más común sea tomar tereré en grupos familiares (lo que en guaraní se denomina el «ñande kuéra»), también existe una nueva modalidad que es tomar tereré en espectáculos de masas (el fútbol, por ejemplo). Son bien conocidos los vínculos que los individuos de la sociedad moderna tienen con «el club de sus amores», superando su poder de convocatoria y de identificación a las formas tradicionales de organización social, como son la familia o el partido. Pues bien, en los citados espectáculos, en los que participan las masas, también es frecuente el consumo de tereré. Eso sí, es importante destacar que este hecho no es común y regular sino esporádico. En este sentido, la ceremonia toma la misma forma de participación colectiva que pueda existir entre los miembros de un público o una multitud, para decirlo al modo de Gabriel Tarde.
Precisamente, el comportamiento de los miembros de una multitud suele ser homogéneo y espontáneo, a pesar de que cada individuo pueda tener distinta estratificación social. Así, por ejemplo, es muy común que en un partido de fútbol, amigos o familiares que son hinchas de distintos equipos, lleven cada uno los instrumentos necesarios para beber el tereré. Aquí la ceremonia pasa de ser jerárquica y grupal a ser individual. En todo caso, el único elemento homogeneizador es que todos consumen el tereré en el período de tiempo que dura el partido. La ceremonia del tereré no se diferencia en este caso de la ceremonia de tomar Coca-Cola. Y ambas finalizarán con el partido, tras el cual el vecino de grada pasará a ser tan desconocido como lo era antes de empezar el partido.
Como conclusión, podemos decir que la ceremonia del tereré ha sufrido una serie de variaciones que en algunos momentos la equiparan a cualquier otra ceremonia existente en el capitalismo desarrollado. Sin embargo, el rasgo principal es su carácter homogeneizador en todo el territorio del Paraguay, del mismo modo que la condición de ciudadano es un elemento homogeneizador de las diversas etnias o grupos que pueden existir en una nación. Haciendo una comparación forzada pero clarificadora, podríamos decir que, así como la condición de miembro de una clase social se obtiene siendo ciudadano de alguna nación, la condición de paraguayo viene fuertemente determinada por el consumo del tereré en esta peculiar ceremonia que hemos tratado de explicar, brevemente eso sí, en este trabajo que aquí concluimos.
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SEGUNDA PARTE
Extractos del libro «Tereré, algo más que una bebida del Paraguay» de Derlis Benítez Alvarenga (1998). Editorial El Lector
DIMENSIÓN SOCIO-CULTURAL DEL TERERÉ
Al abordar el tema de la dimensión socio-cultural del tereré, debemos aclarar que la expresión «socio-cultural» encierra dos conceptos distintos, aunque estrechamente relacionados. El concepto «socio», evidentemente hace relación a lo social, a la sociedad; la cual hace referencia al conjunto organizado de personas, familias, naciones o pueblos, tendiente a alcanzar mediante la mutua cooperación, los fines propios de la vida. Mientras que la expresión «cultural» está directamente relacionada con el concepto de cultura; y el concepto de cultura es tan amplio y complejo que se presta a centenares de conceptualizaciones. De ahí que se suele decir que existen tantos conceptos sobre cultura, como conceptualizadores hay. Por esta abarcabilidad de dicho concepto, se hace difícil llegar a un consenso único respecto de la definición conceptual. A groso modo podemos decir que la cultura hace referencia a la forma de vivir, de pensar, de sentir, de actuar, de relacionarse entre sí, con la trascendencia y con el medio ambiente en general, de un pueblo en particular.
Para ir diferenciando mejor ambos conceptos podemos señalar que en una misma sociedad puede haber diversas culturas. Existen sociedades pluriculturales y pluriétnicas. Se puede hablar de la sociedad paraguaya en singular, pero no se puede hablar de una sola cultura paraguaya en singular; lo más preciso sería hablar de culturas en el Paraguay. En nuestro país, aproximadamente, podemos hablar de más de 20 culturas distintas, teniendo en cuenta las 17 etnias indígenas y las distintas colonias de los inmigrantes extranjeros que mantienen su forma de ser de origen (menonitas, chinos, coreanos, brasileros, japoneses, etc.).
El tereré en el Paraguay, en gran medida ha penetrado todas las culturas existentes en su interior, en mayor profundidad las culturas indígenas, paulatinamente va penetrando con fuerza en las culturas llegadas de fuera, e incluso va traspasando los límites de nuestras fronteras.
Al abordar el tema de la dimensión socio-cultural del tereré, es bueno aclarar que nos limitaremos al contexto de nuestra propia cultura que es producto del encuentro y/o enfrentamiento, de la cultura indígena guaraní con la cultura de los españoles, de cuyo resultado emerge la identidad de paraguayo. En gran medida todo lo que iremos abordando en este capítulo es aplicable a las culturas indígenas, pues nosotros hemos bebido mucho más de la cultura milenaria guaraní que de la cultura llegada de fuera. Nos hemos empapado hasta la coronilla con la forma de ser y de pensar de los dueños de casa, a pesar de que nos bombardearon por todos los medios para hacernos creer que eso era negativo y que deberíamos empaparnos más con la forma de ser de los arribeños.
Otro punto que debemos aclarar, antes de avanzar, es que muchos confunden la cultura con las manifestaciones culturales. Esto nos lleva a hablar fácil y equivocadamente de cultura campesina y/o cultura urbana en nuestro país. En realidad no son dos culturas distintas, pues tanto el que vive en el campo, como el que vive en la ciudad manejan claramente todas las pautas culturales, los valores, los símbolos, el idioma y el manejo en general del otro compatriota; esto se da porque bebieron de la misma cultura y tienen la misma cultura. Ahora, sí se pueden dar varias distinciones en cuanto a las manifestaciones culturales, como son la manera de vestir, de bailar, de cantar, etc. Estos factores no alteran la idiosincrasia, la mentalidad, la forma de ser y de pensar del paraguayo. Por ello no se puede hablar tan fácilmente de otra cultura por el simple hecho de vivir en la ciudad o el campo. La misma identidad personal y colectiva, la forma de ser, de pensar y de exteriorizar el pensamiento, la forma de concebir el mundo y desenvolverse en él; en una palabra, toda la cosmovisión del ser humano está enmarcada por su cultura, la cual se fue «cultivando» en su mente y espíritu a lo largo de toda la vida. Tampoco se puede decir fácilmente que uno haya perdido su cultura por el simple hecho de no vestirse más como antes, o por preferir músicas y bailes ajenos a su mundo cultural, pues todo esto son apenas manifestaciones o rasgos sujetos a los procesos normales de los cambios culturales, acordes a los cambios históricos. Así por ejemplo, si un paraguayo va a la India, y por «A» o «B» motivos debe vestirse con las mismas vestimentas típicas de los hindúes, y además debe ajustarse al ritmo de la cultura hindú, no por ello dejará de ser paraguayo en su mentalidad. Tendrá que pasar décadas y décadas con el expreso deseo de su voluntad, para cambiar su mentalidad de paraguayo, aunque ya nunca definitivamente; pero si su voluntad se resiste a dejar su identidad cultural, morirá con mentalidad de paraguayo, aunque enropado de hindú.
Este proceso es lo que se vivió en América en lo que respecta a la supuesta occidentalización y cristianización del continente. Después de 500 años se pensó que el resto de los indígenas sobrevivientes ya pensaban como los conquistadores, pero en realidad, a pesar de que el indígena se vista y escuche música como los occidentales, de que obtenga títulos universitarios y maneje las modernas computadoras; sigue siendo y pensando como indígena y orgulloso de ello. Dejaron de ser meros espectadores de los destinos de sus pueblos exigiendo sus derechos y luchando por la libertad de vivir como pueblo culturalmente distinto a la sociedad envolvente. A pesar de todo no se ha logrado conquistar y doblegar su orgullo e identidad cultural de pueblo milenario.
Así pues, no se puede hablar, como algunos lo hacen, de cultura urbana o cultura campesina dentro del Paraguay, pues existe una sola cultura del ser paraguayo, aunque con diversas manifestaciones culturales. De ahí que el paraguayo, sea rico o pobre, se vista de gala o de harapos, viva en el campo o en la ciudad, en la profundidad de su identidad cultural, es el mismo. Todos «mamaron» la misma cosmovisión. Un ejemplo de ello se puede observar en que todos los paraguayos (sean de la clase social que sean, del campo o la ciudad, o vivan en el exterior), toman el mismo tereré, unos con bombillas de oro y otros con bombillas de lata, pero en el fondo se trata del mismo tereré, el mismo espíritu, la misma cultura.
EL TERERÉ COMO BÚSQUEDA DEL ENCUENTRO
Un día sábado, a eso del medio día, estaba caminando por una de las calles periféricas de la ciudad de Asunción, frente a mí iba un joven, a unos 10 metros de distancia con un pequeño bolso de mano; parecía volver de su trabajo. De una de las casas de los alrededores se escuchó una fuerte voz que se dirigía al joven que iba frente a mí; la voz decía: «Ha upéi, mba’e piko rejapóta ko ka’arúpe -respondió el joven- Mba’eve»59. Nuevamente la voz desde la casa le decía: «Ejúpy aga ko ka’arúpe jaterere hagua -respondió otra vez- O’ima»60. Prácticamente esta pequeña conversación se produjo sobre la marcha del joven, que no tuvo la necesidad; siquiera de detenerse. El joven como si nada siguió su camino, y las palabras intercambiadas eran tan comunes en nuestro medio que a nadie le llamarían la atención; sin embargo, empecé a reflexionar espontáneamente sobre lo que en definitiva se planteaba en torno a aquellas palabras, especialmente en torno al tereré. Como toda cultura está cimentada y resguardada por la lengua, y dentro del lenguaje una misma palabra puede tener distintas connotaciones significativas comprensibles sólo dentro del contexto cultural, me di cuenta de que en ese contexto la palabra «terere» sustituía a palabras como: «Ñemongeta o Jejuhu (jetopa)»61. En forma muy consciente, el que hablaba desde la casa, en la segunda frase, estaba diciendo a su amigo: «Ejúpy aga ko ka’arúpe ñañemongeta hagua «62. El día era sábado y por la tarde prácticamente ya no se trabaja, los dos jóvenes seguramente planificarían su «farra» de fin de semana, y evidentemente que esta actividad se realiza con un buen tereré de por medio.
El tereré ya ha penetrado profundamente en nuestra manera de ser, no porque el tereré sea el que nos haga ser como somos, sino porque nosotros somos como cuando se toma tereré. El tereré ha llegado a ser como un símbolo, como un mito en torno al cual se desarrolla con originalidad la esencia de nuestra identidad cultural. Lamentablemente en este mundo, donde los poderosos tienden a unificar todo, para influenciar sobre todos, el tereré es un estorbo; de ahí vendrán algunas acusaciones en su contra. Estos uniformadores o masificadores, no respetan el ritmo ajeno, lo que otros tienen o producen no es bueno, sólo los que son o viven como ellos son «buenos», «desarrollados», «civilizados», etc. Una realidad poco feliz es que muchos de nuestros políticos, intelectuales o empresarios, creen y siguen las orientaciones de los uniformadores, aunque éstas van en detrimento de nuestra identidad cultural. Es imposible que nosotros queramos ser como los «no nosotros», es decir, como ellos; esto sería violentar nuestro proceso cultural y la identidad de nuestro pueblo. Hay que «plantarse» y buscar recuperar el espacio perdido en el camino hacia el afianzamiento de la diversidad, de lo contrario el planeta camina hacia una masificación despersonalizante de pueblos informes y masificados. Así como una persona que ha perdido su identidad, ha perdido la felicidad; así también los pueblos corren el riesgo de sufrir.
El paraguayo no tiene por qué querer ser como un no paraguayo, imitando los supuestos «prototipos» de seres humanos que nos presentan los masificadores en sus películas o propagandas extranjeras. El paraguayo no debe dejar «su tereré», no debe perder ese espacio informal en donde pueda expresarse y compartir su mundo, su realidad, sus expectativas. El tereré viene a ser para el paraguayo, como el «ocio» para el filósofo, que le permite reflexionar, aclarar ideas, buscar soluciones, etc. Hoy más que nunca, en este mundo súper tecnificado, con un ritmo de vida marcado por el ritmo de las máquinas que no se cansan ni tienen deseos de dialogar, compartir, amar, llorar, reír, etc.; el ser humano necesita alejarse un poco del ruido, replantear este ritmo metálico y salvarse de la esclavitud de su propia obra. El ser humano debe ser el señor de las máquinas, del espacio, del tiempo, del progreso, de las ciencias; y no viceversa.
El paraguayo y todo latinoamericano que no ha perdido del todo la herencia de la cultura indígena, es de por sí de un temperamento contemplativo que sabe vivir en armonía con su medio ambiente y que busca intensamente las relaciones primarias, entre amigos o familiares. Posee una capacidad extraordinaria para el encuentro y la conversación amena e informal; es contrario al activismo por el activismo, a las demasiadas palabras o al palabrerío, al ruido, al protocolo desmedido y a las puras apariencias. Por ello el paraguayo, casi de forma inconsciente, busca detrás del tereré ese espacio para el encuentro ameno, cordial e informal, donde no existen superioridades, pautas artificiosas de comportamiento, protocolos u otros factores que le quitan la autenticidad y originalidad a las relaciones humanas. Ejemplos de esto lo constatamos a diario en los distintos rincones de nuestra patria, sea en el campo o en la ciudad.
Una anécdota bastante ilustrativa a este respecto, ya la hemos abordado anteriormente dentro del apartado de «la ronda de amigos», en donde se pudo notar con claridad, que por encima de una necesidad biológica de la bebida del tereré, la necesidad radicaba más bien en la dimensión sociocultural del paraguayo. Llegada cierta hora del día, el grupo de los formandos acudían religiosamente al punto del encuentro, no precisamente para tomar el tereré, sino para pasar un momento agradable de encuentro de encuentro entre compañeros, alejados de los formalismos y la rutina de los horarios de estudios u otros quehaceres. Para el llegado de fuera, cargado con su equipaje cultural distinto al nuestro, es evidente que no entenderá de entrada lo que está pasando, y cuando juzga el hecho, lo estará haciendo desde sus parámetros de valores culturales ajenos al nuestro. De ahí que para él pueda ser pérdida de tiempo o tontería el tereré; o quizás, lo asocie con el no querer trabajar o estudiar como comúnmente lo hacen los ya masificados compatriotas.
El paraguayo entiende muy bien lo que está pasando, aunque no lo pueda explicar con claridad a la hora en que se le exija una explicación sobre dicha costumbre. Él sabe que no es haraganería ni falta de iniciativa, el sentarse a compartir dicha bebida, aunque no negamos que pueda haber exageraciones y desviaciones con respecto a la misma; pero dentro del marco de la normalidad, el tereré no tiene nada que ver con el huir de las obligaciones básicas de la persona en su contexto propio. Lo drástico es que algunos paraguayos piensan como los que se manejan con otros esquemas de valores culturales, demostrando así que están influenciados excesivamente por otros esquemas de pensamiento, especialmente por la cultura envolvente, materialista y desarrollista. Las costumbres paraguayas deben ser analizadas y juzgadas desde la propia cultura paraguaya, y los protagonistas de este hecho deben haber bebido los valores culturales desde la infancia para poder tener el peso moral e intelectual de ser analistas de nuestros valores culturales.
El tema de la cultura ha sido manipulado a lo largo y ancho de la historia, se lo ha abordado con fines de dominación y sometimiento. Existen textos con hermosos títulos que hablan de cómo ciertas instituciones, de origen externo, están inmersas en la cultura paraguaya; pero en realidad lo que se hace es buscar acomodar y someter la cultura paraguaya a la mentalidad y la estructura de dichas instituciones. En el campo de la cultura no se puede improvisar y si se tiene un poco de tacto, se debe tener mucho cuidado con querer emitir juicios de valor sobre la forma de ser de un pueblo que se maneja con otros esquemas de valores culturales que el nuestro. Esto se debe a que cuando hablamos de cultura, estamos hablando de personas humanas y a la persona humana se le debe respeto y dignidad, y no se la puede convertir en un simple objeto de estudio. Al paraguayo hay que dejarlo con su tereré, así como al inglés con su té; y que el inglés no le quiera decir al paraguayo cómo debe ser su tereré y viceversa.